El franquismo nunca quiso olvidar la guerra civil y, desde el inicio de
la dictadura, ese recuerdo se concretó en miles de monumentos
erigidos en pueblos y ciudades de todo el país. Bajo el control de las
autoridades, el mito de los «caídos por Dios y por España» fijó la
dicotomía entre los buenos y los malos españoles, sometió y unificó la
memoria a unos fines políticos partidistas y nacionalizadores,
enalteció y legitimó al dictador, determinó el espacio público e
incluso los materiales a utilizar, y estableció en el mausoleo del
Cuelgamuros su ideal estético, político e ideológico. A través de una
ingente y diversa documentación, el historiador Miguel Ángel del Arco
Blanco reconstruye tanto la historia concreta de aquellos monumentos
diseminados por toda la geografía, como su papel en la propagandística y
manipuladora memoria franquista sobre la guerra civil, cuyos
vestigios ?físicos e ideológicos? han condicionado el relato, el
recuerdo y el paisaje de la historia contemporánea de España.
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